Por mucho tiempo, por el suficiente, desprecié y subestime el trabajo duro, jamás tuve en cuenta dentro de la maldita ecuación que la persistencia de un hijo de puta que está dispuesto a morir en el proceso dando su ciento por ciento, y sólo al cabo de unos meses, puede cambiar tu vida para siempre.
Llegar aquí me costó muchas lagrimas, muchas noches en vela con pensamientos de muerte, demasiados días cabizbajo, lastime a demasiadas personas, las mejores de ellas, aquellas que siempre han querido lo mejor para mí, se llevaron la mayor tajada de lo que se podría interpretar como mi “desprecio”, sin querer que lo fuera.
Sin importar todo aquello, volvería a cada maldito momento de incertidumbre, dolor y autodesprecio, y lo viviría de nuevo. El dolor, el miedo y el sufrimiento, al final, han sido grandes maestros.
Espero que te animes a vivir en tu máxima grandeza.